Inauguración: 11 de Septiembre de 2014
El cine siempre ha generado una enorme actividad del público y un
compromiso ritual de espacios diferidos e imaginarios. Atrapada en ese mundo, Silvina D'Alessandro elije
referencias puntuales para hacer su película,
o mejor dicho una suerte de storyboard.
¿Dónde empieza? Nos indica que en la mesa de montaje. Cortar y pegar,
producir un ensayo de fragmentos. Los cortes organizan un nuevo texto que es
estructura evidente. A partir de películas investiga problemas y sensaciones que
le son afines.
Si
en una metamorfosis de tiempo el cine se devora a la foto fija, la obra de
Silvina retorna al fotograma como
necesaria acción de pausa y detenimiento. Instante como duración alterna. Infrapercepciones.
La pintura al óleo es el medio que utiliza para esta trasposición, pero el acto
de pintar queda barrado por la
memoria del cine y la imagen reproducible. No hay carácter original e
irrepetible en sus pinturas (relación aurática como presencia inmediata de una infinita lejanía) sino procedimiento vinculante
con otras esferas de la vida social.
Lo
más importante del proyecto son los sentidos que se condensan en el conjunto de
imágenes. No se trata de reversionar una escena sino de volver a encarnar una
existencia. Sartre escribe que siempre uno se compromete en un cierto grado de
ignorancia; esta ignorancia es el no saber existencial, condición necesaria de
todo saber. El conjunto se compone de momentos sensibles, y hasta cómicos,
donde resuena la pregunta ontológica ¿qué es ser artista?, ¿por qué?, ¿para
qué?, ¿qué sentido tiene? Realidad paradojal que no encuentra una solución
unívoca al dilema.
Tiro
de gracia, Después
de hora, Soñar, soñar, La Tigra, Antes que anochezca, Vivir
su vida, Noche de estreno… tal vez algunas cosas ya nos puedan decir
los títulos de las películas que Silvina seleccionó para su desmontaje/montaje de
un sujeto artista que es efecto de un dispositivo, que es sujeto herido y sistema
de traumas. Lo opuesto a una “heroización del artista” ella lo muestra
fragilizado, ni fuerte ni débil, abierto, vacilante, anómalo, capaz de generar
intersticios donde se cuela algo de lo auténticamente real. Más que un relato
lo que compone es un proceso de pensamiento que involucra gestos y lugar común
donde mirarse y ser mirado, donde ser capaz de desarmar existencias de hábitos
naturalizados y generar rupturas con las promesas.
Bienvenido
el planteo en una época donde la hipermaquinaria de la efectividad mercantil
nos obliga una pose exitista de eterno presente.
Karina
Granieri, septiembre 2014
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