Curadora: Gabriela Larrañaga
POTESTAD
Ánima, semilla, soplo de vida. Legendario Mar Dulce,
espejo de la Pampa que nos muestra un horizonte llano e inalcanzable,
impidiéndonos ver al otro, alentando la fantasía de impunidad. El río es
testigo. Todo lo ha absorbido en sus reflujos y nos lo devuelve en sus orillas.
Limo sedimentado de sueños y utopías amalgamadas. Corriente de ausencias
aparecidas. Murmullo de infinitas voces sostienen un ríspido silencio.
Decimos que el Estado detenta como potestad “el
monopolio del uso de la fuerza”. Esto se fundamenta en el concepto de que una
de sus responsabilidades primarias debe ser la continuidad del “orden
establecido”, manteniendo así alejada la posibilidad de que cualquier elemento
de la sociedad (cuyos intereses se alejen del “bien común”) termine haciendo
escuchar su voz. Sin embargo, la administración del uso de la fuerza por parte
del Estado permitió históricamente a los poderosos intereses económicos de
turno accionar a través de sus resortes en el gobierno acallando con flagrante
parcialidad cualquier intento disidente. Esta situación se ha repetido como una
letanía en ambas márgenes del Río de la Plata desde el establecimiento del
sistema colonial opresivo hasta la actualidad.
Hoy como ayer se alzan voces pidiendo que el Estado
“cumpla su deber” de mantener el “orden público”, “defendiendo los derechos” de
los que están dentro del sistema reprimiendo a quienes siguen sido arrojados fuera
del mismo desde hace mucho tiempo. Debemos ser concientes que nunca ha sido
posible imponer racionalidad al ejercicio de la fuerza, y que el poder
indiscriminado una vez otorgado no ha causado más que injusticias y crímenes
aberrantes.
ponsrichard@gmail.com
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